Una leccion







Los muslos de Kristinka. Me encantan . Los lamo con frecuencia. Al igual que los dedos de sus pies. Pero siempre le pido colocarse boca abajo porque me divierte acariciarle la espalda hasta llegar a la hondonada donde los cachetes de la cola se separan. 

Estos son ligeramente curvos;  al deslizase suavemente en su descenso hacia los muslos.

Levanto la mirada. La ondulación del terreno donde permanecemos recostados acariciándonos, asciende  hasta la cumbre de la montaña.

Me quito la ropa. Luego de girar para abrazarme,ella  murmura  que no es la señora Le Roux. 

Como disfruto sus olores , tardo en hacerle notar mi asombro. Entonces me aconseja  tener en cuenta  la diferencia entre fantasía y realidad, aunque en ocasiones eso sea prácticamente imposible.