Kristinka

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K y yo subimos al trole en avenida 24.Como la noche caliente la obligó a  usar un vestido liviano, al caminar hacia los asientos del fondo la bambulla negra flota sobre su cuerpo pálido.

Toda ella  es pálida. 

Soy moreno. Un tanto robusto; pero no mucho.


Debe ser la razón por la cual me atrae su palidez.

Al sentarnos, K comienza a frotarse contra mí.

En la siguiente parada una mujer de blusa amarilla sube con aire distraído. El techo sale disparado hacia las nubes; una porción de cielo se acomoda en el interior del trole.

Ahora viajamos por el espacio.

K continúa frotándose. Pero la mujer de blusa amarilla me distrae con su mirada multiradiante.